sábado, 26 de mayo de 2007

YoYo

Cualquier autobiografía es sin duda alimento para el ego, algo que no es un problema siempre y cuando no se caiga en la falsa humildad o en la utópica idea de lo que uno o los demás, esperan que se sea.
Sin duda describirse conlleva mirarse y descubrir quien se fue, quien se es, y quienes queremos ser. Acá inicia el ejercicio de clase.

No sobre paso el metro 75, pero eso sí, mis ambiciones van más allá de esa medida. Mi pelo negro y ensortijado ha sufrido múltiples cambios; las facetas me han dejado un cajón a medio llenar con fotos que por nada del mundo volverán a ver la luz.
Provengo de una familia de inmigrantes cubanos que encontraron su hogar en la “Suiza Centroamericana”, lo que me ha dado un collage de conocimientos, costumbres y visiones; pero la mezcla entre Tiquicia y el efervescente Caribe a veces suele ser peligrosa.
Nací en el ceno de la Caja Costarricense del Seguro Social, para ser mas exactos en el Hospital México, el mismo lugar donde me operaron con apenas 2 meses y me enyesaron del brazo algunos años después gracias a un hiperactivo día en el Parque de Diversiones. Por aquello… ¡odio visitar al medico!.
Muchos aun no entienden como paso mis días escribiendo, como el lapicero y un trozo de hoja se han vuelto mis compañeros de ruta, si cuando ingrese a la universidad perfile mi futuro en las manos de la arquitectura. Pero bueno, el destino es caprichoso.